Se oyen a lo lejos los cuervos blancos Picotear tu corazón decapitado Una tormenta de hielo y fuego Crece el palpitar… tan extraño Ojos de trueno y entierro Petrificados Mi tiempo ya se va… Se oyen lo lejos los cuervos blancos Sobrevolar… Esa mirada vacía, perdida, sin esperanza. Dame un minuto más para exhumar tus tumbas. El tiempo que perdí… El tiempo que he perdido ROGERVAN RUBATTINO ©
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Se han anegado las horas en tu cuello de cisne,
y la luna rodando se ha escondido en tu escote. La lluvia gris de miles de abriles, repite bermeja tu nombre. Se han diluido los ríos como rubores de ciclón, y el tiempo avieso quiere rocas, en sus pasteles de estación. Yo veo las hojuelas del invierno venir entre ambos, mares, columnas y prisas, y entre estafilios, el anís, de la maleza peinada por la brisa. Se han difuminado tus huellas y tus ojos, como las estelas errabundas del cometa, y entre basiliscos de decoros, se puede ver a lo lejos una veta. Yo veo las agoreras aceras de la ciudad, repetir los pasos de la multitud, como un mantra de solaz, que metamorfosea su virtud. Se han arrepentido las luces de tu espalda, y en tu ocaso brilla la espuma de tu tumba, allí donde se entierran los héroes, y se adormece el deseo de lluvia. ROGERVAN RUBATTINO © Como un galgo corredor en el desierto, busco las torres del olvido, y me ayudo con el viento, a duplicar el eco del infinito. Como un señuelo de estrellas, que busca aprisionar soles de días azules, así te conocí yo entre abedules, dulces, dulces, y entre escamas de tardes estrechas. Y esa risa que cantaba tus llantos, y esa voz callada e inquieta, que me recuerda soledad, entre olivares y albahacas y ruindad. Mira a tu alrededor, esta todo lleno de ellas, las espuelas de la brisa entre chispas, se cuelan entre tus piernas y granizan. Y en medio de este bosque de fémures y fíbulas, crece adusta una lágrima entre tallos, de raíces de esperma y canículas, de hojarasca y gélidos desmayos. ¡Ay dulce, dulce vives en un laberinto! Y me dejas solo para poseer a Ariadna, para birlarle el fuego de su instinto, y en un descuido su deseo se agiganta, y nos consume como fieras sin destino. ROGERVAN RUBATTINO © |
AutorEstudiante de antropología cultural y social. ArchivosCategorías |